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La Nao de China

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Cuando las historias de Marco Polo empezaron a recorrer toda Europa, las tierras icógnitas del Oriente se convirtieron en una obsesión para Occidente. Estas historias hablaban sobre una ruta enorme de comercio que abarcaba del norte de China hasta el desierto de Arabia. Desde entonces, y hasta que las guerras entre musulmanes y cristianos volvieron imposible el paso de las caravanas, el Camino de la Seda se extendió hasta una Europa ávida de cultura.

En esos tiempos los europeos veían hacia el oeste con horror. No se sabía, ni se quería saber qué había más allá de las Columnas de Hércules. Sin embargo el afán de continuar el rico intercambio de productos, más que el puro interés científico, impulsó a algunos espiritus osados a encontrarle lo redondo a lo plano. En busca de Asia se encontraron con un mundo más vasto, por lo que el sueño de conectar el Camino de la Seda por el oeste tardaría algunos años más en verse cumplido.

En 1521 Cortés conquistó el imperio Azteca y Magallanes descubrió el archipiélago de las Filipinas. Poco tiempo después ambas tierras se convirtieron en bastiones del poderío comercial Español. En las Filipinas, el puerto de Manila era el centro de acopio de las riquezas asiáticas. Sedas, maderas, telas, especias y metales preciosos se embarcaban en los buques a los que se llamó Naos, y zarpaban rumbo a la Nueva España, hacia el puerto de Acapulco.

Una vez en Acapulco, los tesoros se transportaban por tierra hasta Veracruz donde se volvían a embarcar junto con los productos americanos hacia la Habana y finalmente hacia Cádiz en España. Este Camino de la Seda marítimo y el legado cultural que dejó es imborrable: las peleas de gallos, la talavera, los rebozos de seda y la famosa China poblana son evidencias vivas de la presencia Oriental en México.

La gran travesía se llevaba a cabo de dos a cuatro veces al año y la feria que se organizaba al arribo de las Naos dió fama y prosperidad al puerto de Acapulco, tanto que fue continuamente asediado por piratas. El fuerte de San Diego fue construído precisamente para proteger el arribo de las Naos. Ahora convertido en museo, el fuerte muestra orgulloso cómo Acapulco saltó a la fama internacional, mucho antes de ser un desarrollo turístico, como un eslabón importante en un posible Camino de la Seda alrededor del mundo.