La Serpiente Emplumada Quetzalcoatl
Después de varias batallas para poder permanecer cerca del agua y beneficiarse de ella, los aztecas obtuvieron finalmente el permiso de establecerse en un islote infestado de serpientes, donde eventualmete fundaron su ciudad: Tenochtitlan. Desde entonces los aztecas hábilmente adoptaron una actitud receptiva hacia estos pueblos. Aprendieron sus usos y costumbres, lo que a la larga les valió erigirse como imperio dominando a sus vecinos por medio de la guerra.
Dentro de todo el bagaje cultural que adquirieron se encontraba una sofisticada religión cuya figura central era Quetzalcóatl, que significa serpiente emplumada. Para los mesoamericanos el quetzal representaba lo divino y la serpiente lo terrenal, por lo que se deduce que la figura de Quetzalcoatl constituía una especie de conexión entre los dos mundos.
Para cuando los aztecas conocieron el culto a este dios, Quetzalcoatl era una deidad muy compleja que ya había sufrido varias modificaciones y adiciones. El origen de su culto es incierto y remoto pero es claro que los teotihuacanos lo tenían como dios secundario en su panteón 200 años antes de Cristo. Su imagen evolucionó hasta ser un dios principal y hacia el año 700 d.C., los reyes de Xochicalco ya gobernaban en su nombre. Las gestas heróicas de uno de ellos en particular, Topiltzin, vinieron a sazonar el mito con cierta épica.
A Quetzalcoatl se le asocia con el Este, el color blanco, la estrella de la mañana (Venus) y también con los vientos que producen lluvia. Se le atribuye la creación del Quinto Sol o la quinta civilización, así como haber enseñado a los hombres la agricultura, la ciencia y las artes. Era ante todo un ejemplo de pureza, rectitud y nobleza, que al no soportar la vergüenza de haberse embriagado por medio de un engaño, se autodesterró.
Quizá lo que indujo a los aztecas a prestar minuciosa atención a esta deidad tan importante que prohibía sacrificios humanos, fue la leyenda de que prometió regresar un día a recobrar el territorio que a ellos tanto trabajo les costó conquistar. A la llegada de los españoles blancos encabezados por Cortés, su presencia fue malinterpretada como el retorno de Quetzalcoatl. Esto contribuyó a una actitud perpleja e ininteligible de los aztecas hacia los recién desembarcados.