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Boas en Yucatán

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Una de las cosas más bellas e interesantes que uno puede descubrir al visitar la imponente ciudad maya de Chichen Itzá, en Yucatán, es la ubicua presencia de la serpiente: como columnas, en bajo-relieves, en frescos y en la majestuosa escalinata de El Castillo. Se trata sin duda de representaciones del dios Kukulcán o Serpiente Emplumada, síntesis de dos figuras centrales en la religión maya: la serpiente y el quetzal.

Muy al contrario de la tradición judío-cristiana, la serpiente para los mayas representaba la tierra, la agricultura, la fertilidad y toda la sabiduría que conllevan. La sensibilidad artística de los mayas para representar al animal es de llamar la atención, y no es para menos: Yucatán cuenta dentro de su fauna silvestre a la boa yucateca o Cancún, que despliega elegantes diseños en tonos grises, ocre y negro en su piel escamosa.

La boa yucateca es una especie de la familia boidae, hermana de la boa constrictor imperator y la anaconda de América del Sur, parientes de la familia de las pitones del hemisferio oriental. Todas ellas son miembros de la gran grupo de las henofidias, que se caracterizan por su gran tamaño (aunque las que viven en islas tienden a ser más pequeñas) y por no tener veneno. Pese a su imponente apariencia, las boas no representan ningún peligro para el hombre.

El nombre de boa viene del latín “bos” que significa vaca. Tal nombre se debe al mito de que las boas succionaban vacas enteras. Todas las boas matan a su presa por asfixia: enrollan su cuerpo alrededor de ella y lo comprimen. Como todas las serpientes, las boas tragan a su presa por completo, destrabando sus quijadas para dar paso a al gran bocado. La boa yucateca es un cazador nocturno y se alimenta principalmente de iguanas, monos y algunos roedores como tlacuaches.

Las boas yucatecas llegan a medir hasta 2 metros y viven en zonas húmedas de la península. Las hembras suelen ser más largas que los ejemplares masculinos. Hasta donde se sabe el clima es determinante para la reproducción, ellas entran en celo durante la estación cálida-húmeda. Son ovovivíparas, es decir que una vez que los huevos son fertilizados los mantienen cuerpo hasta que los bebés nacen. La gestación dura de 2 a 3 meses y llegan a producir hasta 100 en una estación.

Su gran tamaño, la elegancia de su apariencia y su docilidad han provocado que se le tenga como mascota y que se le cace para producir artículos con su piel. Su número en estado salvaje se ha visto reducido alarmantemente. En nuestros días se le considera como una especie en peligro de extinción. Cuando vea una, no le tema y haga lo que los mayas: respétela.